Jan 8, 2008

Inspiración nula.

Él se levantó tarde. Desesperado, anonadado, no sabía para dónde disparar. ¿Por qué nadie lo había esperado? Ninguna nota, no había pistas ni rastro. ¿Y dónde podrían estar? ¿Qué se yo? Y menos él. Acostumbrado estaba a no saber dónde dormía, de lado a lado pasaba los días.
No era un gran problema igual, si no le importaba en realidad nada que venga de los demás. Siempre había hecho lo que quiso o al menos eso creía. Nunca le gustó recibir órdenes, "para qué" se preguntaba si su destino iba a ser el mismo. Pero cómo le gustaba la vida, siempre descubriendo algo nuevo, todo le gustaba. Mientras el rezongeo era constante el hacía sordos en sus oídos y sonrisa de whisky, sin haberse puesto alcohol ni en una herida. Para qué se iba a quejar si eso abunda en todos lados, preferible hacer algo distinto. Cómo son las cosas que rara la vez que rebalsaba alegría en la fiesta él se deprimía y afuera se escondía.
Pese a la regla, la luz no era su musa. Le temía tanto que eso habría sido su razón de ser, la causa de su personalidad arbitrariamente jodida para el ojo de bife. Tampoco le gustaba hacer ruido donde rondaba la escasez de volumen. Menos le gustaba joder a la gente, hacerles la vida imposible, todo para qué, si tarde o temprano iba a dejar de ser, por eso valoraba tanto las pequeñas cosas, la comida olvidada, los grandes desafíos como salir solo solo de un vaso de agua, disfrutar de una noche acalorada escondido en la oscuridad. Se penetraba en la misma, disfrutando de no ver nada, hasta ver blanco y llenarlo con las imágenes del menú del día. Cuántos colores salen del negro y el blanco y luego dicen que esos no son colores.
Lástima que nació mudo. No faltó el día en que pensó qué habría dicho si hablara. Aunque a fin de cuentas es seguro que habría dicho algo de lo que pensaba, pero no se dio cuenta de eso y por eso su frustración.
Tantas cosas en una cabeza chiquita, se hace raro que poco tamaño expanda infinitos universos de incomprensión, paradoja dijo don dojo a su esposa.
Es así que todo esto pasó por su razonamiento en el momento que lejos de ver sólo negro, admiraba un cuadro de Banghó inspirado en su miserable vida para el amable entendimiento popular y otros también. Tambaleando entre la ráfaga de humo, viendo sólo dentro de su cabeza, golpeándose de pared a pared más que un flipper en triple shot, iba llegando hasta una luz que él ya no la veía real, ya veía el destino escrito que aseguró que hoy o ayer le iba a llegar.
Salió rebotando, haciendo sapito en el piso. Ya agonizando, hasta que para que no se escapen las incertidumbres le llegó el toque de queda. Encima se le vino la red plástica, y eso fue literal, hasta ahí llegó su vida para luego ser pateado a un costado. Libre quedó sin veneno que lo fulmine.

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